martes, 17 de abril de 2012

ARDE MI CORAZÓN CUANDO ME HABLAS

No son escritos largos y nunca puedo abarcar las palabras dichas en los Evangelios y en las cartas (¡sobretodo en ellas!) y en los santos doctores pero alienta tu palabra en mí como una llamita. No es inconvniente lo que te pido en mi alma en el secreto. Siempre es algo bello. Pero acaso falte tiempo para destrabarlo de las flagrantes inconveniencias. En el misterio se desliza lo que no tiene que ser y amenaza además lo horrible de la enfermedad y la muerte que tú despejas en la Pascua con tu gloriosa resurrección. El Espíritu Santo consolador debe invadirnos para que no temamos. Tú dejas correr lo que no es conveniente y se nos va la belleza. Pero el llanto produce el consuelo e incrementa éste la oración con gemidos ¡Clamo a tí Señor! decía el salmista. Lo suscribo mas te siento cerca. Estás en mí y como el pan de vida. Te veo resucitado y te agradezco que hayas venido a caminar conmigo.

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