Un saludo
de fin de año está preñado de inquietudes, temores y en casos extremos hasta de
horrores cabalgando sobre la dulzura infinita del tiempo de Navidad
musicalizado por Vivaldi y Bach en tiempos no mejores.
Los tiempos
son accidentes (en el sentido aristotélico) del tiempo sagrado que corre de la Navidad a la Pascua y de la Pascua a la Navidad , hechos que sin
duda determinan la historia y el año cuyo final celebran todos los hombres en
familia, haciendo con ello una profesión de fe, ya que precisamente Dios mismo
se revela como cercanía familiar de tres Personas conocidas por nosotros por el
Verbo que se auto revela viniendo de su Padre y enviando el Espíritu de Amor de
ambos.
Tal es la
realidad desde el horror hasta la bienaventuranza que ojo no vio ni oído oyó
pero que se les ha revelado a los pequeños en la plenitud de los tiempos.
El Big Bang
desparrama la materia violentamente por el antiguo “horror al vacío” mientras
desde Pitágoras en la delicada Samos la armonía del cosmos es musical.
La dispersión
cultural gravita sobre el centro humano y cada vez se muestra más acelerada en
una suerte de BIG RIP. La armonía se presenta como una fuga eterna volviendo al
Padre que engendrando en su Hoy al Hijo nos ha elegido en Él desde antes que el
Cosmos fuese.
Así en este
año que es el retorno de lo mismo la felicidad sea el acto en la virtud
excelente que permanecerá cuando nada quede (ni la fe ni la esperanza ni la
ciencia) sino el vínculo cercano de las personas que se llama CARIDAD O AGAPE.
Feliz año:
feliz felicidad en el don de la caridad.