viernes, 24 de abril de 2015

¡OH TARDE!

He visto siempre Señor 

que la tarde es tuya

y he estado en ti cuando tus manos

me conducían cariñosas

pues servía a tus niñitos con palabras.

Las nubes compañeras

bebían luz benevolente

y el tiempo se extendía en nuestro valle

y amigas ingresaban declinaciones

de latín y versos de Virgilio

ocupaban nuevos cielos

originales montes

de algarrobos, talas y chañares

como los verdores de Mantua.

Homero hundió aquí su remo

y por estas calles fui su aedo

bendiciendo las esquinas

al detenerme ensimismado.

Aquí fue apareciendo el dulce hogar

luciendo bajo la cúpula del sacramento grande,

 las piezas líricas de Grieg 

envolvían esas horas que giraban

deliciosas sobre el rito de mi madre.

Y la tarde se imbricaba hasta el ocaso

y contigo estaba caminando

como en Emaús

mas sabiendo que eras tú.




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