jueves, 8 de diciembre de 2011

EL LOGOS DE LA CRUZ

¡Que palabras le dirgiste a tu madre y al discípulo amado! Nos pusiste bajo su tutela en la intimidad del hogar. Ella que es madre nuestra, de cada uno y que fue tu madre. Por ello: LA INMACULADA CONCEPCIÓN: porque fue tu madre y era santa e inamculada ante tu rostro en el amor, como escribió el Apóstol ya de nosotros mismos en el tiempo del ser.
Pero ella concebida ya así, en el claro de la gracia, nos precede como tu verdadera madre llegando así a ser nuestra madre. De todos los bienes que pudiste darnos ninguno más grande. Nos diste un amparo, aquel por el cual el salmista clama incesantemente. Por eso ¡cuántos quiseron ver lo que vemos y tenemos!
Pero este don Señor, hay que instalarlo en cada uno, hay que incorporarlo y actualizarlo. Me parece que he abandonado ese amparo cercano y por eso padezco el acoso del salmista al cual tu has respondido efectivamente así: HE AHI A TU MADRE y a ELLA NOS ENCOMENDASTE ya que te contempla a tí y a ti te adora como Dios, siendo tu madre. Ella obedece a tu palabra pero yo me he alejado siguiendo en tantas formas sutiles a este mundo ¡Ahora lo veo en el día de tu madre! Ahora reconozco cuánto la necesitamos. Por más que contigo hablemos y yo te acompañe, en el día que me has hecho eterno, me haces sentir como vacío sin ella, sin su calor, sin su protección ¿Qué he hecho Señor? ¿He seguido tantas doctrinas mundanas que nos envuelven?
¡Oh te tengo que pedir que me des a tu madre como al discípulo amado! Y ella no murió y yo aborrezco la muerte. Y ella nos abraza como al hijo de los íconos y yo me siento desamparado. Y ella es mujer y yo no acierto a tratar a la mujer. Y YO QUIERO HOGAR DE NAZARET COMO FIN Y CEDO ANTE EL ENEMIGO QUE LO ARRUINA. ¡Cuánto la necesito Señor! Me vine aquí y dejé el templo de la dolorosa donde afirmo haber sido máximamente feliz. Y aquí en mi Claraval he estado solo y decepcionado y trabada mi habitación en el hogar y no la he tenido a ella ¡Hoy lo recuerdo: era ella quien me amparaba en el ser y me hacía cantar beatitudes en mi escuela, era ella la que todo me proporcionó que después traje aquí a la fraternidad de la paz! Y me abandoné a las cosas de afuera aunque me parecieron buenas y dejé de escuchar: HE AHÍ A TU MADRE ¡Dimelo Señor para que me quede junto a ella como siempre he enseñado! Era ella mi hogar y mi felicidad. No sé que he hecho Señor ¿he seguido tambien seducciones sofísticas de "este mundo"?
Dime Señor lo que a tu discípulo amado ¡e ingresemos en la intimidad del hogar de una vez por todas!

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