NABÍ
Señor en la mañana eterna rezo
de ti delante del feliz sagrario
llevado por tu mano, solitario,
y en medio de las aves me embeleso.
Despacio ensayo ya arrojar el peso
de las acciones del acoso diario
de gentes ciegas, sordas, al horario
sagrado de campanas cuyo beso
despierta al alma a una brillante aurora
de una día pleno de sentido adonde
es Dios, el ser que es fin o bien, que adora
quien ama la verdad que no se esconde
pues se revela en tu palabra y mora
en su remanso y desde allí responde.
Estoy aquí Señor te correspondo
pues Tú pediste que con fe pidamos
los que con celo tu palabra amamos
Y nos hundimos en el tiempo hondo
de acontecer sin bordes. Luego sondo
y nada encuentro. Sin decir llegamos
adviene dulce paz en donde estamos
y me detengo amigo y te respondo.
con cierta timidez, es cierto, el mundo
presiona en la memoria: es un tirano
que quita el habitar del hoy jocundo
de la unidad que forjas con tu mano,
tejido sustancial de hablar profundo
que el tonto andar sin fin lo vuelve vano.
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