Atravesando estos
aires
de las sierras de
Brochero
el alma se beatifica
como preludio del
cielo.
Una sutil espesura
morada nos va
cubriendo
y más y más nos
incluye
en luminosos
silencios:
Un rancho y diez
espinillos
un algarrobo paterno
junto al río
Panaholma
quien por venir de
bien lejos,
de sus montes
escondidos,
sabe acercar bien los
tiempos
por su fluencia
pausada
en recodos de su
lecho
y unifica los
instantes
en armónico concierto
de azules verdes y
blancos
animados por los
vientos.
Quien cruza en sus
soledades
como imagen de lo
eterno
estas tardes y
mañanas
del paraíso
propuesto.
Yo lo he gozado por
gracia
en inocente momento
y siempre lo estoy
buscando
en la plenitud del
tiempo.
Cuando me hubiere
dejado
de perseguir el
viento,
-vanidad de vanidades-
y me concentrara en
esto:
en estarme en este
hoy
escuchándolo al Verbo
que destila entre los
montes
su inefable
pensamiento
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