miércoles, 5 de octubre de 2011

DEBE HACERSE HÁBITO EL HABLARTE

             He despertado a la vida y desde entonces escucho tu voz en mi interior. He creído, es verdad, que era yo quien hablaba ¿Pero quien soy yo? ¿Cómo sé que soy yo? Por el contrario, las veces que me he quedado solo un tiempo apropiado he comprobado aquello de Agustín: más adentro que yo mismo estás tú.        Porque yo repito el YO SOY que le dijiste a la mujer en el pozo pero lo descubrí como dicho hacia mí, pero desde el comienzo cada vez que he andado un tiempo largo solo se ha intensificado la conversación interior y el sentimiento profundo de alguien que me acerca poco a poco a un mí mismo donde estás tú. He exprimentado el hecho de sentirme tan bien que al no poder romper esa soledad por estar lejos se produjo ese claro del encuentro. Aprendí así a gozar de tu presencia y compañía.
           Hay que acostumbrarse y romper francamente a hablar, al cual llaman orar pero se entiende por esto algo fijo. Aquí en realidad hablas tú en mí. Me preguntaron una vez qué me dices y yo que estoy cierto que tú hablas sin embargo no puedo decir que me dices esto o aquello. No me dices cosas sino que me acompañas y es un hablar que destaca la maravilla de lo pequeño de las criaturas que "quedan balbuciendo" como dice San Juan de la Cruz. Lo que me vas diciendo  produce el resultado del tiempo pleno porque tú no dices esto para lo otro sino que produces el fin de todo: la paz y el gozo con tu Espíritu que no es instrumento para lo otro. El resultado de tu hablar efectivo es el hoy. Y es un don tu compañía que nos da la vida eterna. Pedro había dicho: TÚ TIENES PALABRAS DE VIDA ETERNA y por eso vas haciendo de cada día el día. como quien teje el tiempo en la urdimbre de la eternidad.
Sí me siento solo con quienes acaso llegan en esos momentos de presencia  me siento arrastrado hacia afuera: eso quiere decir que estaba en lo simple y pleno y se hace la diferencia entre lo que se llama el ser y el ente.
Excepción: cuando el Espíritu me hace enseñar a quienes van saliendo en el camino de mi Villa, entonces me llena con la plenitud del saber y quedo beatificado por él. Allí sí estoy con otros pero en función de maestro, como ayer. El peligro está en no buscarte, en no pedir y así no hallarte.
Comenzando a hablarte como si me hablara a mi mismo allí apareces. Porque ¿qué es hablar uno consigo mismo sino hablar contigo?, dice Agustín y yo sé que es así. Hablemos buscando y te hallaremos, pidamos que tú vengas y veremos que estás, llamemos a tu puerta y entraremos y tendremos paz.
¡Cuantas ocupaciones nos distraen!  La guarda, la TÉRESIS, de tu palabra ¿no es acaso hablarte habitualmente en el remansarse? ¿No dices que tú mismo te manifiestas? Es más común de lo que parece: siempre has estado allí en la paz que nos has dejado. Es simple y cuando me he escapado a ello he quedado lleno de tu Espíritu ¡Y pensamos que son los santos solos los que te poseen! Por eso Pablo nos llama santos. 

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