martes, 25 de octubre de 2011

EN LA CAPILLITA DE LA PAZ

Refulge nuestra conversación más acá de toda teología o forma del mundo. Tú me has hablado y Pablo  ha dicho que nuestra conversación es en los cielos. El cielo ha bajado a la tierra por obra de la oración de las oraciones que tú mismo has consumado con tu resurrección y el envío del Espíritu Santo.
Ha descendido el cielo y nosotros rezamos el padrenuestro para que se abra ante nosotros tal espectáculo o realización del ser. Cada día pedimos que se nos dé esta verificación o realización de la verdad: la necesitamos para habitar mientras vivimos.
Así yo correspondo hoy a tu ofrecimiento del pan cotidiano y busco recibirlo porque sin eso he pasado este día sin pena ni gloria y con él sé que vivo en el día eterno. Odio las conversaciones de y con los hombres que van en el tiempo lineal organizando su vida y por eso odio las despedidas de los que van y vienen. No hay aquí cercanía sino empleo cosificador de lo que es de por sí maravilloso: el ser y el tiempo.
Tú eres hoy para mí y para ello me acojo a tus palabras: HOY ESTARÁS CONMIGO EN EL PARAÍSO. Hoy la vida se hace eterna con el pan de vida y se hace un paraíso.
Siguen rugiendo los sonidos amenazadores del abismo, el cosmos nos lleva en su viaje de expansión pero nosotros lo poetizamos al mirar las estrellas fijas que nos envían mensajes luminosos. Si te pido algo es que me aumentes esta fe, este saber de ti que me has dado, que me alimente con aquellos que han creído en ti y que te han visto y gozado anticipadamente. ¿Cómo así? Si tú eres hoy no hay anticipación, si has bajado del cielo como el pan de vida el después no tiene sustancia: es ir avanzando en lo mismo de tu presencia.
Y creo haberlo experimentado cada semana de mi vida aunque,  como ha dicho Agustín, no haya estado yo contigo y tú sí conmigo. Se robustece mucho uno leyendo a este retórico que se hizo santo por diferenciación de sí mismo. Hace tiempo que no veo mis resúmenes de las Confesiones que tanto me han confortado en la primera década de mi magisterio ¡Qué horizonte se me abría entonces! Esperaba alcanzar quizás lo que alcancé pero sin la diabolía que se fue arrojando sobre mis cosas como un rayo.
Tú sabes todo y estás más próximo que yo mismo. El mundo es una exteriorización incesante y creciente. Llévame contigo adonde pueda gozar de tu venida en la serenidad. Ahora comienzo frente a tu presencia en la sagrada hostia, aquí en la capillita de las hermanas, mientras pasa el sol primaveral por los vidrios opacos de las ventanas y los trinos de regocijo después de la lluvia invaden el silencio del campo, de la loma.
Paz que donas y necesitamos para ver tu paso por las criaturas. Paz que necesitamos para tu morada, para que se cumpla tu palabra de manifestarte tú mismo en nosotros.

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