Señor estoy en esta tarde y veo
aquello que en el claro me mostrabas:
en ese cielo sobre el mar estabas
en brazos de tu madre. He visto y creo.
La vi yaciendo como reina y leo
la esencia humana que tú mismo acabas
y que en tu madre tiernamente grabas
en cercanía máxima. Así oteo
desde esta sierra aquella luz del claro
que me estuviste cada día abriendo
por dulces calles cual testigo raro
y entonces en mi vida iba sintiendo
debajo de sus pies y de su amparo:
Tú vida en mí: y aquí estoy existiendo.
Pues eras Tú Señor el que vivías
y a mí aquel sauce roto me apresaba
y en esa nube fijo me quedaba
en tanto que Tú en mí…me estremecías.
Campanas de las mil eucaristías
sonaban y uno solo las tocaba
y yo con esas tardes me embriagaba
y asumo que eras Tú quien las tañías
Y me llevabas a aulas inocentes
llenándome de luz, de gracia dada
en cuatro ríos del Edén ingentes:
Mateo, Marcos, Lucas y la alada
Palabra del Apóstol de las gentes
fluyendo en Juan que es agua remansada.
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