Venid a
mí, dijiste, venid a mí los agobiados que yo os aliviaré. Soy uno de los que
necesitan tu alivio. Tu invitación late como un deseo pero adquirido y
alimentado por tu palabra.
No es tan
grande el agobio como la necesidad de tu recepción. La existencia misma, la
salida desde el ser oprime en cuanto dejamos de hacer las cosas que ocurren a
la existencia. Pero ella es el yugo. Aspiro a tenerte a ti y para ello tomaré
el yugo ligero de tu mansedumbre.
Ninguna
persona tiene tiempo para mí hundida por las cosas pesadas de lo cotidiano:
desde el papa hasta los más cercanos. Digásmosle: ven a hacer una lectio del
discurso final en Juan, pasemos un día en esa armonía, leamos en griego,
pesemos cada palabra. No hay tiempo ¡Y sin embargo tú mismo invitas a entrar en
tu dimensión: Venid y ved. Yo he querido ir y morar contigo todos los días de
mi vida.
Los otros
seres que no son el ser están sepultados por cosas y planes: tengo que ir a
comprar un campo, a una fiesta etc como dice la parábola. ¡Y lo están jóvenes o
viejos.
Pero tú
eres tu ser y quieres recibirme. Eso significa al origen la palabra AGAPE, en
Homero donde no está aún el amor de caridad: sí eros, sí filía pero agápe es
RECIBIR. Y veo que me invitas y me recibes si dejo mi yugo. Por la puerta de la
humildad y mansedumbre paso al ser que tú eres. Para ello te hiciste vía en
cuanto creatura. Y debo pasar por esa puerta y contigo habitar hoy ya que tú
has dicho: YO SOY QUIEN CONTIGO HABLA.
No hay
fuera de ti sino resbalar por las criaturas o desviarme por el ancho camino. A
ellos busco y me rechazan porque tienen qué hacer. Tú me llamas invitándome y
yo me demoro como si el camino estrecho no fuera en sí delicioso por la belleza
de las virtudes heroicas llamadas bienaventuranzas. Como si tú no me llamaras hoy.
Uno tiene a pensar en el después. Recuerdo aquello del Quijote:
SI MI FUE
TORNASE A ES
SIN ESPERAR
MÁS SERÁ
O LLEGASE
EL TIEMPO YA
DE LO QUE SERÁ DESPUÉS
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