martes, 5 de agosto de 2014

Si no te hablo es que no existo
pues existir es emerger de ti
y comprenderlo.
Si no me asistes yo declino
pues tu asistencia o cercanía
es vida eterna es habitar
y poseer la vida.
Si ya no vivo yo y tú eres mi vida
la noche abre los secretos
del campo del arroyo y de las lomas
y se abre el horizonte
y vuelan las palabras de los santos
haciendo el día pleno de la gracia.
Las alas de Agustín y las del Cántico,
aquello que ha poblado mis fecundos
años de enseñanza de tu mano.
Esta era la asistencia que te pido
el don de mi Señor Vivificante
y ver tu rostro y que te vean 
los míos por los cuales desespero.
Hay mucho que te pido acerca de ellos
más un milagro como quieras que se haga.
¡Oh hazlo simplemente te lo pido
y me refugio en tu misericordia!
La que usaste con la hemorroisa
con la mujer de Siria, con el ciego y el leproso
y sobretodo con aquellos que duraron
un poco más junto a los suyos.
Mas todo sea si a su lado te tuvieran
como yo en aquellos días milagrosos.
La tarde era preciosa y la mañana
manaban vida eterna
Eso te pido: cercanía en este valle,
el de Brochero.
Yo es este el catecismo que predico:
que a ti te vean al ser vistos,
que vayan tras de ti en sus senderos,
barriendo, cocinando o estudiando
y sobre todo cuando busquen el sosiego
debajo de algún árbol deteniendo
el flujo de las cosas sucesivas,
como Natanael aquella tarde,
como cualquiera que haya amado,
que haya leído adentro lo que escribes
con el dedo en nuestra tierra.

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