Señor a ti me vuelvo atento y oro
y entonces mi alma junto a ti respira.
Me escuchas tú, tu rostro a mí me mira,
allí tu reino estaba: en el tesoro
del campo y la cabaña donde moro,
habito y permanezco y donde gira
el tiempo y en silencio oculta lira
resuena y halla en el olvido el oro.
Olvido del olvido: el paraíso
que tú hoy regalas íntimo y cercano
a quien corresponderte solo quiso.
Y vas por el sendero y de la mano
lo vas llevando al monte, al alto viso
de donde el mundo es cauce azul y llano.
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