viernes, 9 de septiembre de 2011

TE VI EN LA EXPOSICIÓN DEL SANTÍSIMO

     Hoy adoramos el Santísimo sacramento y te ví. Sin comer el pan de vida mis ojos te absorvieron. Lo que pueda decirse de la fe no colma su don. Hace verte y tenerte a tí  Señor a quien busco y encuentro, a quien llamo y me abre, a quien pido y recibo. Guardo tus palabras, te amo por gracia y vienes a morar en mí con tu Padre y nuestro. Por mucho amé ese capítulo catorce de San Juan y a veces no querría hablar de otra cosa. Creo que los hombres tienen miedo de creer. Yo tengo miedo si no te escucho y una y otra vez y como quien pone un mismo disco quiero hacer resonar tu hablar en mí.
     Me siento desfraudado porque nadie se inmuta cuando lo digo. Yo te escucharía todo el día. Pero ni los religiosos toleran tal exageración ¡Habla, habla tú solo que ya no quiero oir otras palabras! Algo semejante dice el hermano Carlos de Foucauld: a tus pies se pone y te oye amorosamente.
     Yo en la soledad que labras pido ingresar en el eterno día:

                            Los días yo quisiera repasarlos
                            mas giran como azules golondrinas
                            llenando nuestras fuentes cristalinas
                            y así en la permanencia quiero amarlos

                           y no dejar que pasen y matarlos.
                           Y si los cisnes rizan aguas finas
                           y si Ravel traspasa las divinas
                           regiones musicales, apresarlos.

                           Quisiera que hoy el alma fuera de oro
                           como la tarde, aquí, que nos regala.
                           Cada vez: el campo y el tesoro,
                           
                           rasgar el aire en el desliz del ala
                           pertenecer con mi alabanza al coro
                          en su Hoy del ser eterno en la antesala.
                                    

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