martes, 13 de septiembre de 2011

LA MEDIDA DEL ENCONO DEL ANTI HOMBRE

      Por experiencia universal sabemos que a mayor verdad y bien,  mayor anti verdad y falso bien. Hubo envidia al comienzo de que el primero fuera el último y el último el primero, es decir: que el humilde subiera. Tú Señor nos enseñaste la mansedumbre y humildad como camino, nos enseñaste a ser hombres o humiles (¿homo?) y el anti hombre odia la humildad. Es lógico: así fue su comienzo. Aquí hay que diferenciarse de sí y abajarse: ser santos. Y eso está objetado desde el comienzo y los impulsos ya se han mostrado con autonomía cuando "supieron que estaban desnudos". La ciencia del bien y del mal nos pone ante esa disyuntiva: humildad y abajamiento o afirmación del yo sensible.
      La rabia del soberbio para con los que vencen es un hecho experimentable. Y sus armas son las apariencias que engañan a muchos "intelectuales" y a otros que quieren que la mentira sea verdad para poder ser libres primero y liberados después. Los santos han experimentado esta contradicción que tú profetizaste. Pero todo esto al cabo resulta un beneficio para ambos: quien ama la humildad es exaltado y quien la odia lo es momentáneamente en el mundo y con eso le basta.
     Por lo que a mí hace Señor te digo que cada vez que me propongo ser santo el enemigo suscita todo tipo de obstáculos y parece inundar todo con su rabia. Quien pruebe lo experimentará. Yo simplemente pido que nos libres del mal. Lo siento desde hace mucho en medio de los muchos, persuadidos por la dimensión antropológica donde todo se hace depender del voluntarismo de la moralina ¡Sálvannos tú, Señor, que eres el salvador!
     Yo simplemente subrayo por mi experiencia: a mayor avance hacia el bien conocido y poseído mayor rabia y todo lo que pueda conseguir el enemigo para obstaculizar. Y EXPERIMENTO LA NECESIDAD QUE DE TÍ TENGO: SIN MÍ NADA PODÉIS! dijiste.

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