martes, 2 de julio de 2013

DISCURSO FINAL EN LA IGLESIA

    Es un deber orar mas al hablar contigo 
  estoy resucitando ya ahora en lo que digo
  guardando tu palabra en mi alma así sin más.

No hay planes ni proyectos no hay vueltas discusiones
con las categorías abstractas precisiones
de moralinas secas de un vino siempre agraz.

Hay: tú que a mí me hablas y yo que te respondo
y el río que transcurre con un rumor que es hondo
se espesa en un presente anclado en el "aquí".

Agape es amicitia, lo dicen los doctores
y brotan manantiales dulcísimos amores
que tienen su comienzo en sólo un simple "sí".

Dejando los concilios y amando a los serenos
sapientes silenciosos de paz y gozo llenos
lo bello se embellece, veraz es la verdad.

Pues tú estás con nosotros, prefiéresnos tú mismo
haciendo la morada de un claro catecismo
basado en la presencia de la simplicidad.

Ocurre que es Dios simple, su ser es necesario,
eterno e infinito y trino y solitario
por trascendencia santa pues es principio y fin.

Entre árboles y flores nos hizo recogidos
en ese sexto día de gozo estremecidos
varón-mujer, personas, nos puso en el jardín.

Lo llevo en mi memoria y a ello así me atengo:
escucho tu discurso y en eso me mantengo
recibo tu palabra con simple devoción.

Si somos trinitarios cercanos y entrañables
en maternal regazo pedimos que nos hables 
y la unidad alcance feliz consumación.


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