jueves, 18 de octubre de 2012

LA CORONA DE ESPINAS INVISIBLE

No podré estar contigo ahora si no me retiro de los sentimientos que quedaron tras vivir las noticias del mundo. Es una maraña que quita toda plenitud. Queda uno temblando y ocupado en las cosas.
Debo hacer un espacio como el del hermano Carlos de Foucauld para adorarte en la Eucaristía y alcanzar la paz como la unidad de todos los instantes en tí. Pero no me he llegado no siquiera a la capillita hoy y tú estabas pero yo no estuve contigo. Quitados los sentimientos los de hoy y los de temor que me acosan  y tú conoces aquí estoy en este vacío recuadro adonde te hablo escribiéndote porque me es más fácil.
Si uno se apartara y se dirigiera a tí te encontraría y se haría morada tuya. Me ha pasado cuando tu quisiste y yo quería vacar a la contemplación. Es simple el caminar así pero no fácil. Uno se priva de tí y se regodea en temores angustias como si no supiera de tu asistencia. Parece encontrar placer en el lamento de que lo persiguen cuando tú has llamado bienaventurado a quien sufre persecución por la justicia. Y uno cree que se trata de una persecución inmediata y visible cuando al que quiere tenerte no lo persiguen los hombres sino las potestades invisibles. Pero uno deja pasar el tiempo que en realidad quiere ser en tí plenitud.
Uno no quiere clavos ni coronas de espina y se lamenta porque no se ven y exigen fe. Creo SEÑOR PERO AUMENTA MI FE. Tú lo sabes todo, sabes que te amo.

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