martes, 24 de enero de 2012

LA DULZURA DE LA TARDE

                   ¡Tan dulce es la tarde! Las sierras brillan y dan su faz al alma que contempla su presencia que sin duda es SER Y TIEMPO. Acontecen en tu día Señor y hacen pensar precisamente el ser. Y en esa delicia del vuelo en la amplitud del valle puedo animarme a lo más sencillo: a tu compañía  preparada por la paz. El viento eleva y quisiéramos estar aquí y allí evitando los cuerpos móviles en rutas y calles y viajar en un instante desde una sierra a otra.
                    Si tuvieras a bien disipar mis temores el gozo se instalaría en mí y la paz. Si expulsaras al envidioso como expulsabas los demonios te vería claramente. Si pudiera aprovechar lo dado de parte de la gloria que derramaste en la criatura. Lo he enseñado y por eso quiero seguir enseñándolo. No es que tú estuviste entre nosotros y nos dejaste bellas recomendaciones y "te fuiste al inmortal seguro" como dijo Fray Luis. Tú estás porque todo está en tí. Quisiste estar junto a mí y hacer de mis tardes tus tardes y de mis senderos tus senderos y darme lugar a la alabanza. Pero el universo ha sido creado por, en y para tí. Lo sabemos por Pablo en su carta a los de Colosas ¡Qué himno! Pero la experiencia de cada día, si estamos despejados, nos da tu presencia, tu acontecer en nosotros: TÚ EN NOSOTROS.
                   Dame Señor ese despejo que muestra el cisne en escondido lago. Dame lo que me diste y das a quien quisiera guardar tu palabra amándote, simplemente obedeciendo a la paalbra dicha en esas trágicas circunstancias. Tú Señor y yo aquí y ahora, que engoblan todo el ser y todo el tiempo. Solos sin ruido atendiendo al acontecer de las sierras en la tarde nuestra.

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