lunes, 6 de junio de 2011

EL PIÉLAGO DEL SER

 ¡Tengo tanta necesidad de tí y tanto temo! Sé lo que nos das y nos ofreces, la seguridad , el amparo de los himnos de San Pablo (ahora pienso en el de la carta a los Colosenses) pero siento la insuficiencia constitucional de mi ser, siento que estoy asido del delgadísimo hilo de la vida, del bios. Por maravilloso que sea lo veo como el salmista al lirio o Manrique a "las verduras de las eras". Y nada veo sino en lo que creo y lo que ve o es muerte y accidente y enfermedad. Estoy como Sidahrta:  nada más que después de haberte sentido a tí caminando conmigo en los senderos junto al río Panaholma, en las calles de mi Villa: después de haberte conocido.
   No soporto ahora las noches del sentido y del espíritu. Estoy como en un vacío con el miedo de un niño. No acierto a consolarme con San Agustín, con los padres antiguos, con todos los que han tenido fe y que no están muertos, sino que son la Iglesia celestial en la cual creo;  pero lo peor es que no acierto a encontrarte a tí saliendo de estas noches que no son el abismo bello sino el tenebroso.
Debo pedirte pues que vengas otra vez a caminar conmigo y que permitas que el abismo bello sonde. Entonces podré navegar por EL PIÉLAGO DEL SER:  por lo que dice el nombre de Dios, por el océano del ser, por lo infinito del ser. De un abismo se llama a otro abismo, al cual nadie ingresa sino purificado.
Sea lo que sea Señor aquí estoy: recibe a éste tu fugitivo que desde la noche clama a tí. Tú eres el piélago de la belleza, la bondad y de la humilde mansedumbre. Por tí, en ti y para tí he sido llamado de la nada.

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