martes, 14 de junio de 2011

EVANGELIOS VIVOS


                                           

            Muy bien, dejamos nuestras togas, nuestras clases, nuestras ciencias, nuestras actividades y proyectos y por un instante, por la detención del tiempo lineal que mide la aparición de las cosas, abrimos la puerta y comprobamos que habías estado llamando. Hace frío y el calorcito de nuestra estufa nos impide salir detrás de ti. La salida en realidad es una entrada por los campos de la noche iluminados por la helada luna bajo la sugestión de los árboles invernales que muestran su contornos atléticos. Tú estás allí, en la soledad, en la nada de las cosas fabricadas para llenar espacios vacíos llenos de ti. Si salimos tras ti clamando nos encontramos con los árboles crujiendo bajo una brisa encantadora y con los sonidos del río y del follaje ¡Sí! francamente tú estás allí porque estás en mí pero yo no estoy en ti o desocupado de mí para recibirte.
            Vacío así en este llenarse, atiborrarse de la disputa humana sin solución de continuidad, que se pierde en la indefinición por no tener vocación de paz, de fin, de fin último que es primero en la intención. No hay paz porque no puede resultar lo que no buscamos: no te buscamos a ti ¿Por qué nos das tú la paz? Porque por ti, en ti y para ti hemos sido hechos: es decir tú eres el principio y el fin. Tal reza el himno paulino. Mas he aquí que la espectacularidad de este himno se vuelve mansa acequia que pasa a mis pies, el agua murmura dulcemente mojando la orilla: es cristalina e invita a beber. Yo soy el agua viva…quien beba de esta agua no tendrá más sed…se formarán en el corrientes que saltan a la vida eterna. Has dicho y pasas a nuestro lado y te sientas con nosotros espirando cercanía.
            Y hacemos memoria tuya todos los días y creemos en ti, es decir aprendemos del magisterio efectivo del Padre del cielo. Hay más y más aprendizaje, inmersos en el Paráclito, el Señor que nos da la vida del Espíritu. Parece un credo aprendido y lo es. Pero al repetirlo me doy ánimo a recibirte a ti que estás llamando en la cercanía. En realidad tú estás antes que las palabras, eres la Palabra, en realidad tú eres antes que las cosas que son, en realidad en ti se da la realidad.
             Pero te sientas a mi lado y me pides tú de beber. Yo quiero darte del agua del pozo para hacerte gusto pero más quiero que tú me des de beber. Necesito hoy la paz aunque luego tenga la gloria. Pero más que todo te necesito pues mi ser es por ti y quiero ser para ti en el silencio altísimo.
             Hoy tú eres y hoy yo soy y el tiempo se vuelve pleno en el vacío que llamamos paz.
             Debo darte lugar para que escribas en mí lo que dice el evangelista Juan: lo que no está allí consignado por escrito y para lo cual no bastarían todas las hojas de los libros. Somos nosotros la amplitud del evangelio, tu escribes en cada uno tu evangelio eterno. No es cosa de las teologías ni resignificación de textos, tú nos significas, nos haces tus poemas.

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