POIÉMATA ESTIS TOY CHRISTOY. Así nos dice el Apóstol y así lo traducimos dentro de la esfera del lenguaje. Lo había poetizado en aquellas tardes cuando tus jóvenes debían recibir ocasionales clases de teología en el profesorado de letras y de economía y yo las inventaba conducido por tí hacia mí (traducía las Confesiones en esos radiosos días y ahora quiero volver a aquella novela metafísica que justifica estas conversaciones en los cielos que voy llevando). Fue de mis primeros versos, adopté un redondilla consonante en una sextina medieval: POEMAS EN LA TARDE
Serafines hoy las guarden
esos ángeles que arden
por la tierna caridad
vosotras sois los poemas
o las conosonantes gemas
de su infinta bondad
Y veía mis sierras desde la terraza esfumadas por el viento de la tarde y el pensamiento volvía cercano lo lejano y tus palabras resonaban catequizaban el aula: MAESTRO DONDE MORAS POY MENEIS, VENID Y VERÉIS, FUERON Y VIERON EIDAN Y CON ÉL PERMANECIERON EMEINAN AQUELLA TARDE Y ERA COMO LA HORA DÉCIMA. Con tal pregunta terminaba la sextina....
No lo tengo ahora a mano. Decía: preguntadle donde mora
y alcanzad la consonancia
Allí, más acá del ruido creciente del mundo tenía tus palabras, tu catequesis para comunicar a los alumnos que me habías dado. Y fui feliz contigo en la aulas y por las calles de mi Villa sabiendo en tu presencia que tú nos haces tus poemas y viendo dónde moras y habitando contigo en esos ocasos infinitos del valle de Traslasierra en la Villa de la Virgen de los Dolores. Muy simple, en el descenso a la pobreza con respecto a los sunamis que se estaban armando y de los cuales aún ahora se escuchan los lamentos y los gritos. Tú permites hasta adonde se llega. Yo quiero preguntarte adonde puedo encontrarte y corresponderte como un fiel amigo. Quiero recibir lo que nos das en tus tardes y mañanas del perdido paraíso. Aqui, hoy, ahora. Hasta el final del ocaso. Desde el comienzo de la noche. Escucho el latir de mi corazón, siento tus venerables manos que oprimen mi corazón, tengo necesidad del pan de vida que se ofrece en la misa vespertina.
Alabar y darte gracias y alcanzar la consonancia...
Serafines hoy las guarden
esos ángeles que arden
por la tierna caridad
vosotras sois los poemas
o las conosonantes gemas
de su infinta bondad
Y veía mis sierras desde la terraza esfumadas por el viento de la tarde y el pensamiento volvía cercano lo lejano y tus palabras resonaban catequizaban el aula: MAESTRO DONDE MORAS POY MENEIS, VENID Y VERÉIS, FUERON Y VIERON EIDAN Y CON ÉL PERMANECIERON EMEINAN AQUELLA TARDE Y ERA COMO LA HORA DÉCIMA. Con tal pregunta terminaba la sextina....
No lo tengo ahora a mano. Decía: preguntadle donde mora
y alcanzad la consonancia
Allí, más acá del ruido creciente del mundo tenía tus palabras, tu catequesis para comunicar a los alumnos que me habías dado. Y fui feliz contigo en la aulas y por las calles de mi Villa sabiendo en tu presencia que tú nos haces tus poemas y viendo dónde moras y habitando contigo en esos ocasos infinitos del valle de Traslasierra en la Villa de la Virgen de los Dolores. Muy simple, en el descenso a la pobreza con respecto a los sunamis que se estaban armando y de los cuales aún ahora se escuchan los lamentos y los gritos. Tú permites hasta adonde se llega. Yo quiero preguntarte adonde puedo encontrarte y corresponderte como un fiel amigo. Quiero recibir lo que nos das en tus tardes y mañanas del perdido paraíso. Aqui, hoy, ahora. Hasta el final del ocaso. Desde el comienzo de la noche. Escucho el latir de mi corazón, siento tus venerables manos que oprimen mi corazón, tengo necesidad del pan de vida que se ofrece en la misa vespertina.
Alabar y darte gracias y alcanzar la consonancia...
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